El pasado lunes 29 de enero, el empresario Elon Musk anunció que su compañía Neuralink logro con éxito implantar uno de sus chips cerebrales en un paciente, alimentando el debate sobre las posibilidades de esta tecnología.
En otro post, Musk reveló que el primer producto de Neuralink se llamará «Telepathy» (Telepatía en español). Según Musk, los primeros usuarios serán aquellos que han perdido el control de sus extremidades, con la esperanza de mejorar su capacidad de comunicación, tomando como ejemplo la posibilidad de que Stephen Hawking hubiera podido comunicarse más rápido.
El procedimiento implica implantar un pequeño chip sellado herméticamente directamente en el cerebro del paciente, conectado a 1.024 electrodos diminutos. Este chip funciona con una batería recargable de forma inalámbrica, estableciendo una interfaz con una computadora externa para enviar y recibir señales.
Las preocupaciones sobre la seguridad de esta tecnología incluyen riesgos físicos a corto plazo, implicaciones médicas a largo plazo y cuestiones éticas. Según consigna BBC Mundo, Informes anteriores indican que Neuralink estuvo involucrada en ensayos que resultaron en la muerte de animales, aunque la FDA aprobó los ensayos en humanos, superando algunos obstáculos regulatorios.
La nota también destaca otros proyectos en el campo de interfaces cerebro-computadora, mencionando a empresas como Blackrock Neurotech y Precision Neuroscience, así como avances científicos recientes, como el logro de la École Polytechnique Fédérale de Lausanne (EPFL) que permitió a un hombre paralítico caminar mediante implantes electrónicos.
Este anuncio de Neuralink ha reavivado el debate sobre la ética, la seguridad y el futuro de las interfaces cerebro-computadora, marcando un hito en una industria incipiente donde las cuestiones éticas y las preocupaciones sobre la privacidad se perfilan como temas clave a abordar en el desarrollo de productos similares.