Este próximo jueves 27 de febrero marca el decimoquinto aniversario del terremoto de 2010, un evento que sacudió gran parte del territorio chileno y dejó un saldo de aproximadamente 525 fallecidos, además de un tsunami devastador. Tres expertos comparten sus reflexiones sobre las lecciones aprendidas de esta tragedia que cambió la vida de miles de chilenos.
Pablo Rossel Estrada, investigador y académico de Geología de la Universidad Andrés Bello, enfatiza la importancia de la adopción de tecnologías avanzadas en la gestión de desastres naturales. “Los avances tecnológicos permiten que la ciencia tenga un impacto cada vez mayor. Sin embargo, estamos condenados a revivir los horrores del pasado si como sociedad no adoptamos este camino”, advierte Rossel. Este experto recuerda cómo, hace casi doscientos años, Charles Darwin ya documentaba los efectos de terremotos y tsunamis en Chile, un conocimiento que, según él, ha sido frecuentemente ignorado en la planificación territorial actual.
Marisol Sagredo, psicóloga e investigadora de la Universidad Adolfo Ibáñez, destaca el cambio en la percepción y manejo del trauma psicológico post-desastre. Sagredo ha tratado numerosos casos de estrés postraumático y observa que “estas heridas, aunque silenciosas, pueden reaparecer durante nuevas crisis”. La experiencia del terremoto ha llevado a un cambio estructural en cómo los chilenos enfrentan eventos traumáticos, promoviendo una mayor apertura hacia la salud mental y rompiendo estigmas asociados al miedo y la ansiedad.
Christopher Urbina, psicólogo y académico de Uniacc, refuerza la idea de la solidaridad y el sentido comunitario como elementos clave en la recuperación post-desastre. “El 27F desató una intensa movilización solidaria a nivel comunitario, mostrando que el tejido social juega un papel fundamental en la respuesta inmediata y en la recuperación”, explica Urbina. Según estudios, la solidaridad emergió como una estrategia adaptativa crucial, donde las estrategias colectivas, como la ayuda entre vecinos y la formación de redes de apoyo, fueron esenciales para la recuperación de las comunidades afectadas.
Este aniversario no solo recuerda la catástrofe, sino que también celebra los pasos dados hacia una mejor preparación y respuesta frente a futuros desastres. A medida que avanzamos, la integración de la ciencia en la planificación urbana y el fortalecimiento del apoyo comunitario y psicológico siguen siendo prioritarios para asegurar un Chile más resiliente y preparado.
