Frente a las intensas lluvias, inundaciones, y los devastadores incendios forestales en Chile, la ansiedad ambiental se ha convertido en un tema de creciente preocupación. Gonzalo Palomo, académico del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins, nos ofrece una visión profunda sobre este fenómeno poco comprendido pero cada vez más relevante.
La ansiedad ambiental, o ansiedad climática, es un estado de alerta crónico derivado del miedo a la crisis climática y sus posibles consecuencias. «No es una condición clínica reconocida formalmente aún, pero se asocia estrechamente con problemas como la ansiedad generalizada», explica Palomo. Este estado emocional resulta de la constante exposición a los efectos del cambio climático, tanto en medios de comunicación como en la vida diaria.
En Chile, un país acostumbrado a enfrentar eventos climáticos extremos, el estudio de la ansiedad climática está comenzando a tomar forma. Palomo y su equipo en el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia han realizado investigaciones que muestran cómo investigadores chilenos perciben y reportan su propia ansiedad frente al cambio climático. «Hemos avanzado en este campo con un manuscrito actualmente en revisión para una publicación internacional», añade.
Según la investigación, contextos de adversidad climática podrían desencadenar o intensificar la ansiedad climática, lo cual tiene importantes consecuencias. «Un nivel adecuado de ansiedad puede ser motivador, pero demasiada ansiedad puede llevar a la parálisis y la inacción», señala el Dr. Palomo. Esto es crítico, ya que puede disminuir las acciones necesarias para enfrentar efectivamente los desafíos ambientales.
La clave, según Palomo, está en cómo se comunican estos problemas. Narrativas catastrofistas o fatalistas pueden aumentar la ansiedad y disminuir la acción. Por el contrario, presentar el problema junto con estrategias accionables puede ayudar a reducir la ansiedad y fomentar una respuesta más activa y esperanzadora.
«Es crucial no solo alertar sobre los riesgos, sino también ofrecer soluciones prácticas que las personas y comunidades puedan adoptar. Esto puede ayudar a mitigar la sensación de indefensión y fomentar una participación en la solución de estos problemas globales», concluye el académico.