Millones de personas en primavera sufren los molestos síntomas de las alergias estacionales. En este contexto, la equinácea emerge como una alternativa natural prometedora para aliviar estas dolencias, según expertos en la materia.
La Dra. Maite Rodríguez, académica de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello, destaca que la equinácea, conocida científicamente como Echinacea purpurea, es ampliamente valorada en la medicina tradicional por sus múltiples propiedades terapéuticas, incluyendo efectos inmunoestimulantes, antiinflamatorios, antioxidantes y cicatrizantes.
Originaria de América del Norte, esta planta ha sido utilizada históricamente por tribus nativas americanas para tratar desde infecciones hasta heridas y picaduras de insectos. En la actualidad, se encuentra disponible en una variedad de formas, desde infusiones caseras hasta productos fitoterapéuticos estandarizados, como comprimidos y jarabes.
Propiedades y Mecanismos de Acción
La equinácea contiene compuestos como flavonoides, polifenoles y alquilamidas, que funcionan como antioxidantes e inmunomoduladores, ayudando a mejorar la respuesta inmunitaria y reducir la inflamación asociada a las alergias. Además, cuenta con terpenos que actúan como expectorantes y antibióticos naturales, útiles en el tratamiento de infecciones respiratorias asociadas a las alergias.
A pesar de sus conocidos beneficios, la Dra. Rodríguez advierte que se requieren más investigaciones para consolidar un enfoque terapéutico basado en evidencia, especialmente para nuevas aplicaciones en trastornos como el COVID-19 y otras afecciones virales.
Recomendaciones para un Uso Seguro
La equinácea es aceptada y utilizada en numerosos países debido a sus propiedades medicinales, y varios fitomedicamentos que la contienen han sido aprobados para su uso en humanos. Sin embargo, es crucial no exceder el período de uso recomendado de ocho semanas y evitar su combinación con medicamentos inmunosupresores.
Asimismo, está contraindicada en pacientes con enfermedades sistémicas progresivas como leucemia, tuberculosis, esclerosis múltiple y otras condiciones autoinmunitarias.