Una lamentable y angustiante situación vivieron familiares y amigos de Mónica Reyes durante su funeral en el Cementerio Municipal de Rengo, luego de que el ataúd no pudiera ser introducido completamente en el nicho asignado, generando momentos de tensión, tristeza e indignación entre los asistentes.
De acuerdo con los testimonios, al llegar al camposanto ubicado en calle Eganau, todo parecía estar preparado: se había realizado la reducción del cuerpo previamente sepultado en el mismo espacio, y el nicho estaba aparentemente habilitado para recibir el nuevo féretro. Sin embargo, al momento de introducir el ataúd, este solo pudo avanzar hasta la mitad debido a que su diseño incluía una tapa abovedada, lo que impidió su ingreso total.
Ante la falta de respuesta por parte de la funeraria y del personal del cementerio, los presentes fueron testigos de cómo se debió intervenir manualmente el ataúd para intentar que este pudiera ser colocado en el nicho. “Se trabajó con cincel, se tuvo que cepillar el cajón… prácticamente lo destruyeron delante de todos. Fue traumático”, relató Sandra Gonzalez familiar de la mujer fallecida.
Los deudos cuestionaron la falta de previsión y coordinación entre los servicios involucrados, señalando que este tipo de situaciones no solo agravan el dolor de la pérdida, sino que constituyen una grave falta de respeto hacia la persona fallecida y sus familiares. “La funeraria no entregó ninguna solución, y eso, considerando que se contrató un servicio, es inaceptable”, agregó la misma fuente.
Además, los familiares advirtieron que el problema se habría originado por un nicho que no cumple con las dimensiones normativas. Según el Decreto Supremo N° 421 de 1932, estos espacios deben contar con 90 cm de ancho, 60 cm de alto y 2,20 metros de profundidad. Sin embargo, los afectados aseguran que algunos sectores del cementerio tendrían medidas inferiores, lo que no se condice con los estándares exigidos.
Finalmente, la familia manifestó su intención de evaluar posibles acciones para esclarecer responsabilidades y evitar que otras personas enfrenten experiencias similares. “Esta situación no se puede repetir. El dolor que vivimos no tiene reparación. Esto no fue solo un error, fue una falta de respeto”, concluyeron.
El caso ha generado conmoción en la comunidad renguina y podría motivar una revisión de los protocolos en funerarias y administraciones de cementerios a nivel local.